Por Andrés Galisteo para Ego Magazine
Son una especie en peligro de extinción. ¿O lo eran? Antaño populares, hoy son la base del nuevo lujo y tienen el poder de recuperar el oficio con las manos. Literalmente. En ellas se apoya para cortar, coser, montar, pulir, moldear, colorear… Para crear. Son centinelas del buen hacer tradicional, del pausado proceso que marca el ritmo de su obra, ajena a la rapidez de una moda efímera pero atenta siempre al presente. Son los nuevos artesanos.
Algunos llevan toda una vida, pero se han resistido a desistir ante la industrialización y la producción en masa y han sabido actualizarse con las aportaciones de hoy: la tecnología, en algunos casos, las tendencias, el diseño. Otros recogen el testigo de un negocio familiar centenario. Otros apuestan por la creatividad y por dar aire fresco a sectores castigados por el tiempo. Otros inventan un nuevo ámbito al que llevar su filosofía de excelencia, su savoir faire. Piel, cerámica, madera, vino… Incluso motor. La artesanía la encontramos en una prenda de ropa, un zapato y una vajilla, pero también hace falta a la hora de plantear una tabla de surf, tu propia fórmula de vino tinto o las piezas de tu motocicleta. Y no es fácil. Fuera de España se valoran como lo que son, artículos de primer nivel, exclusivos no solo por precio, sino por el proceso. Dentro, aún queda mucho por hacer. Coinciden todos. Hay quien pide más apoyo estatal, mayor apuesta por la formación… Ya lo dice su profesión: Sus obras son arte.
CAFE RACER DREAMS SOÑAR SOBRE RUEDAS
“Plasmamos en una moto lo que nuestro cliente sueña”. Habla Gonzalo Mancisidor, director de esta empresa madrileña dedicada, desde 2010, a rehabilitar y transformar estos vehículos, convirtiéndolos en creaciones originales, elegantes y exclusivas. Fueron pioneros en volver la mirada a este movimiento inglés de los años 50, adelantándose al apogeo que vive en estos últimos años. Trabajan por encargo y de la mano del comprador, involucrado desde los inicios en el proceso. Parten de los modelos R de BMW de los 80, dejan lo esencial y, a partir de ahí, comienza un trabajo artesano personalizado, sin prisa, con los mejores materiales para las piezas que ellos mismos fabrican en su taller de Paracuellos. Hasta ocho semanas puede llevar concluir una de estas “donor bikes” que se entregan como ejemplares únicos e irrepetibles. “No hay una moto igual a otra en las 107 que llevamos creadas desde que empezamos”, asegura.