El estilo bobber nació en los años 40 y 50 en USA cuando los soldados empezaron a quitarle piezas a sus motos para aligerarlas y desde entonces se ha convertido en unas de las corrientes mainstream en las customizaciones, que están protagonizadas por líneas muy simples, en motos bajas con llantas de dimensiones parecidas delante y detrás, y neumáticos de perfil alto. En muchos casos se quitaban los guardabarros en las Harley-Davidson de la post guerra cuando sus dueños buscaban diferenciarse con ellas.

Cafe Racer Dreams ha querido, como siempre, hacer su interpretación de este conocido estilo y darle un toque europeo en una de sus últimas creaciones: la #CRD123. Esta moto engrosa la lista de modelos que están saliendo este año de su taller y se distingue por la mencionada estética, pero como siempre hay una infinidad de detalles que la hacen una moto muy especial. La combinación de lo clásico y lo moderno a la que nos están acostumbrando en Cafe Racer Dreams también aparece en la #CRD123, ya que incorpora una horquilla invertida de Suzuki GSX-R 1000, con pinzas Tokico radiales y discos de 320 mm, que se anclan a una tija muy especial, que es la protagonista del tren delantero. Se trata de una pieza diseñada por ellos mismos y mecanizada por control numérico en aluminio Alzintok 75, que en este caso tiene torretas para alojar el manillar ancho, pero que la veremos con diferentes diseños en próximas creaciones de la marca.

La parte clásica la pone el faro con forma de bala, que integra un reloj Daytona de corte retro y al que se unen también unos intermitentes con una silueta muy parecida a la del faro. Para rematar el look de la parte frontal de la moto hay unos puños Biltwell marrones, que hacen juego con los protectores del depósito que se han fabricado en la misma piel que el asiento monoplaza y que en ambos casos cuentan con juntas de goma para conseguir un acople perfecto, tanto de las rodilleras al depósito, como del asiento al chasis. El depósito en un gris elegante está más elevado que el pequeño asiento, consiguiendo esa línea descendente propia de las bobber.

Por su parte el motor bóxer, restaurado al completo, tiene también toques sutiles a la vista pero muy bien trabajados, como el tratamiento de Cerakote de los carburadores, un recubrimiento negro mate, rugoso y muy resistente, que consigue un gran impacto estético. En esta ocasión se han optado por unos escapes largos y cromados, que terminan en alas de murciélago y con los que se consigue el sonido distintivo de la #CRD123. Algo a lo que también contribuyen los filtros de aire abiertos, ya que la admisión es otra de las partes que entra en juego al escuchar el sonido de un motor.

La zona trasera de la moto es minimalista y para no romperla se han montado unos espectaculares pilotos traseros, que hacen tanto la función de las luces como de los intermitentes en un tamaño reducidísimo fabricados por Kellermann. El largo guardabarros trasero es una licencia dentro de este tipo de estilo, pero aquí conecta muy bien estéticamente con el resto de la moto y es artesanal, como el delantero y sus anclajes.

En esta ocasión los neumáticos Firestone Deluxe iban como anillo al dedo para remarcar la línea clásica de la moto, al igual que los amortiguadores Hagon encapsulados y acabados en negro. La postura de conducción, bastante natural está determinda por las estriberas Tarozzi y el manillar Renthal. La #CRD123 supone un guiño muy CRD a las bobber y otra customización para añadir a esta temporada 2021. 

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